Joanne Rowling

 

Joanne Rowling nació el 31 de julio de 1965 cerca de Bristol, al sur de Inglaterra. Llevó una relación problemática con sus padres y desde pequeña siempre inventaba historias, su primer cuento fue acerca de un conejo. En la adolescencia se volvió fanática de Siouxsie Sioux -cabeza de la legendaria agrupación postpunk Siouxsie & The Banshees-, de quien adoptó el cabello negro y el uso marcado de delineador negro, un look que usó hasta sus días de universitaria.

Docentes y alumnos de aquellos días la recuerdan como a una chica introvertida y tranquila, siempre caracterizada por su chaqueta de jean y su cabello negro. Mientras sus compañeros y compañeras se divertían en fiestas, Joanne prefería encerrarse a leer a Charles Dickens y a J.R.R. Tolkien.


La autora de Harry Potter, J. K. Rowling junto a los actores Daniel Radcliffe, Rupert Grint y Emma Watson. (AP)

Estudió filología francesa y clásica en la universidad y se fue a vivir a Londres, donde trabajó como investigadora y secretaria de Amnistía Internacional. Estudió francés y llegó a dar clases -también de inglés- para ganar sus primeros billetes. De esta manera, consiguió un empleo como profesora de inglés en Oporto. Allí conoció a su primer marido, el periodista Jorge Arantes y al poco tiempo quedó embarazada. Sin embargo el matrimonio no funcionó como esperaba y tras el nacimiento de su hija Jessica la relación terminó abruptamente a poco más de un año de haber comenzado tras sufrir maltratos y violencia.

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Joanne Rowling estaba desempleada, sin dinero y con una bebé que alimentar. La relación con sus padres seguía tirante, sobre todo con su madre, que había sido diagnosticada con una esclerosis múltiple que empeoraba el cuadro. A pesar de las diferencias, Joanne siempre mostró mucho amor por su mamá, pero quienes la conocen advierten que para la escritora significó una herida que tuvo cicatriz pero siempre le dejará una marca. Su madre murió diez años después de haber sido diagnosticada; otro duro golpe para Joanne.

Sin embargo, mientras esperaba en el andén la partida de un tren para realizar el recorrido Manchester-Londres e ir a visitar a sus padres, vio a un niño de gafas que le hizo acordar a Ian Potter, un amigo de su infancia que compartía vecindario y por primera vez en su mente apareció la imagen de Harry, el joven aprendiz de mago que le cambiaría la vida. La formación tuvo una demora de cuatro horas hasta que partió de la estación y Joanne siguió moldeando en su mente a ese personaje que le había aparecido. Algo similar a lo que alguna vez contó Julio Cortázar sobre la invención de sus Cronopios y Famas.

La autora de la saga, la británica Joanne Rowling.

Rowling finalmente se fue a vivir a Edimburgo, la capital de Escocia, para estar cerca de su hermana Diana. Fue su peor época. No conseguía trabajo y tenía que ocuparse de su pequeña hija por lo que sus opciones se reducían. Apenas sobrevivía con una pensión de 70 libras que le alcanzaban para alquilar un departamento de dos ambientes.

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Para esa altura estaba decidida a confeccionar un texto sobre el chico que estudiaba magia, pero aún la trama no estaba bien definida en su cabeza. Tras la muerte de su madre se sumergió en pensamientos negativos, como si cargara una cruz por nunca haberle contado sobre la historia que había creado y que le generaba una luz de esperanza en un escenario que se presentaba tétrico: le diagnosticaron depresión crónica y hasta contempló el suicidio, según admitió años más tarde.

J.K. Rowling y las servilletas mágicas

Sin embargo, la rueda comenzaba a girar. Como Jessica no conciliaba el sueño, Joanne salía por las calles de Edimburgo: el traqueteo en su cochecito le permitía a la niña dormir y en cuanto lo conseguía, su madre identificaba algún café de la zona para sentarse y poner la mente en remojo. A quien la atendía le pedía un café o un té y a veces una lapicera. Y así comenzó a escribir la historia de Harry Potter, en las servilletas de los restaurantes.

En esas sesiones de café y las siestas de Jessica, Jo encontró contención en sus recuerdos felices: la mayoría de ellos la guiaban a sus amistades, uno de los metamensajes más importantes y base fundamental de la obra que estaba a punto de redactar. Entonces se pensó en la escuela, de niña, con amigos y amigas, y nació Hermione Granger, leal compañera de Harry. Y también se le vinieron a la mente Ian Potter y su viejo amigo Sean -de quien tiempo después definió como "persona leal y adorable"- para darle vida a Ron Weasley, el vínculo de amistad más fuerte de Harry, que es huérfano y acogido por la familia de su amigo.


Rowling escribía compulsivamente y como actividad terapéutica, tal vez sin saberlo, y en las servilletas se creó la magia. Se sucedieron los personajes de Albus Dumbledore, Rubeos Hagrid, Voldemort ("he who must not be named", el que no debe ser nombrado) Ginny Weasley, Draco Malfoy, Dolores Umbridge y Severus Snape, quien le debe su invención al profesor John Nettleship, uno de los antiguos docentes de Rowling. Nettleship le enseñó química en la Wyedean School, de Gloucestershire y años más tarde, tras salir de un cine luego de ver alguna de las películas de Harry Potter declaró: "Me horroricé. Sabía que era un maestro estricto, pero no pensé que fuera tan malo".

Alan Rickman como Severus Snape y el profesor de química que inspiró el personaje.

En 1995, Rowling tenía listo su primer libro Harry Potter y la piedra filosofal. Decidida y con una voluntad inquebrantable, presentó su proyecto en diversas editoriales, pero casi siempre encontraba la misma respuesta negativa y que la literatura para niños no daba las ganancias necesarias para realizar una inversión. Para Jo -como la llamaban sus amigos y familiares- la empresa se convirtió en una obsesión y a veces tenía que transcribir el libro a mano para presentarlo en otra editorial ya que no disponía de los recursos para costear las impresiones y así volver a probar su suerte.

Después de varios intentos, finalmente dio con la editorial Bloomsbury, que aceptó publicar el primer libro de Harry Potter y le pagó 2.500 libras, no sin antes recomendarle a la autora conseguir un trabajo estable ya que no consideraban que las ganancias fueran suficientes para que pudiera mantenerse junto a su hija. Entonces Jo volvió a dar clases de francés e inglés, aunque con la certeza de que mil ejemplares de su ópera prima estarían en la calle.

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En 1997, Bloomsbury publicó el libro y la autora donó la mitad de los ejemplares a diferentes bibliotecas. A pesar de que su nombre completo es Joanne Rowling, la autora añadió una "K" a su firma porque su editorial pensó que necesitaba una segunda inicial para tener un nombre más atractivo y eligió el nombre de su abuela, que se llamaba Kathleen, para completar el círculo.

Mientras daba clases -y su éxito crecía en silencio-, Rowling escribió el segundo libro de la saga Harry Potter y la cámara secreta, y despertó el interés de la editorial estadounidense Scholastic que se quedó con los derechos para comercializar y distribuir el libro en América. Entonces la autora se lanzó a darle forma al tercer capítulo: Harry Potter y el prisionero de Azkabán. Ahora sí, la fama, el prestigio y el dinero habían alcanzado a la autora que finalmente había dado un giro completo y esta vez se encontraba en la cima.

Los libros y las películas de Harry Potter son un éxito en todo el mundo.

Los demás es historia. Harry Potter vendió 500 millones de copias y fue traducido a 63 idiomas. Sus películas también fueron un éxito de taquilla y la economía de Rowling cambió exponencialmente convirtiéndose -según la revista Forbes- en una de las diez mujeres más ricas de Gran Bretaña y la primera escritora de la historia que obtuvo ganancias por más de mil millones de dólares.

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